A los diez años, Paolo le pide a su mamá que quiere conocer a su papá, un jugador desconocido que se retiró temprano por una lesión. El niño no lo sabe, pero el reencuentro con su padre y con su disciplina, inician en él un cambio de carácter que lo terminará convirtiendo en el jugador profesional que todos los peruanos conocemos, el guerrero, el luchador. Paolo junto a sus amigos del barrio y con todo el apoyo de su mamá, logra superar los obstáculos y cumplir su sueño.