Don Alejandro convence a todos los terratenientes de que firmen un documento en el que se comprometa su lealtad al gobierno, pues le preocupan las crecientes señales de posibles disturbios civiles. Deja una copia en la hacienda y se lleva el original al capitolio, con la intención de presentárselo al gobernador. Alejandro apenas se ha ido cuando Diego recibe una noticia poco grata. Un nuevo administrador llegó al pueblo y anunció su decisión de utilizar la hacienda de la Vega como su sede.