Gaston Berrien y su primo, que regentan una sombrerería, parecen personas normales. Un día llega a la tienda un cliente más interesado por conocer las cifras del negocio que por encontrar un sombrero adecuado, lo que pone en guardia a Gastón, pues el negocio es sólo una tapadera. Por las noches se transforma en una salón de juego clandestino.